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lunes

No money

No hay nada peor como llegar al cajero, ver el extracto de la cuenta, y descubrir un signo negativo delante de varios números en rojo: ¡–0,37 euros!

Es una depresión instantánea y, en estas fechas, más.

Me dan ganas de devolver todos los regalos. Pero mi educación, moral, principios, consumismo, y esta sociedad capitalista, me lo impiden.

Entonces cojo la cartilla que me abrió mi mamá para ahorrar y le digo al banquero de turno, con la vida resuelta, que quiero sacar dinero. Él amablemente me contesta:

- Solo tiene usted 7,90 euros, señorita.
Y yo:
- Ya, lo sé, y los quiero.

Ahí la vergüenza es sólo comparable a la depresión de antes.

Al principio lo paso fatal. Empiezo ha hacer cálculos, y todos me dan el mismo resultado, es decir, cero.

Odio a cualquiera que siga comprando, y porte cinco bolsas en la mano mientras exclama resignada:

- No me gusta nada, pero algo tendré que comprar.

Menos mal que Dios existe, y la paga extra también. Y que cuando escasea el dinero, la imaginación aumenta.

Descubro platos exquisitos entre las latas de la cesta de regalo de Navidad.
Rebusco en mi armario y encuentro un par de vestidos que aún me quedan perfectos.
Llego antes a los sitios porque no me entretengo en mirar escaparates inaccesibles, y hago deporte gratis, al caminar por la ciudad. Mientras confirmo aquello del refrán:

"El que no se consuela, es porque no quiere"

Me sorprendo al ver que puedo sobrevivir, legalmente, con un sueldo tan apretado, y sin tantas cosas que creía indispensables como, por ejemplo... una colcha nueva.

Me siento orgullosa de mí misma, levanto la cara y dejo que el frío me congele mi nariz sin bufanda, meto la mano en los bolsillos del abrigo, re-cosidos, y descubro un cupón de lotería que me regaló mi hermana.

Me quedo paralizada, y sueño con la leve posibilidad de ser millonaria... Lo primero que se me ocurre es pensar, ¡cuántos regalos más podría comprar.!

Camarero, tenga, es un cupón de Navidad, no sé si ha tocado, pero yo no necesito nada que no tenga ya.

Feliz Navidad

La cena de Navidad



La Navidad es especial, como Woody Allen, los Beatles, o Garzón, hay gente que la adora y gente que la odia, pero nunca pasa desapercibida.

¿Qué decir que no se haya dicho ya de la Navidad?. Nada.

-Consumismo, frente a la sonrisa de un niño.
-Luces extras, que intentan reflejar paz, alegría e ilusión, y paradojicamente, a veces, lo consiguen.
-El dolor por los seres perdidos, contra la emoción de una madre preparando la cena de Nochebuena.
-Más bondad, pero con fecha de caducidad.
-Gente millonaria con la lotería, y gente arruinada tras las compras compulsivas.

Pero de todo lo típico y atípico de la Navidad, yo me quedo con el momento: “cena de empresa”.

Esa cena donde terminas viendo al jefe con la corbata en la cabeza, o llevándole a su casa porque se ha tomado cinco de más. Donde se hace de todo, menos cenar.

Donde se cambian los pantalones, por los tacones, se suelta el pelo y se desabrochan las camisas.
Donde se ve la consumación de los romances ocultos, o el inicio de otros nuevos.
Donde nadie va con pareja, pero puede que termine sin ella.
Donde es mejor ser listo, y observar, porque un aumento de sueldo por guardar silencio, nunca está del todo mal.

La gente cambia los malos modales, la falta de compañerismo, las envidias y el escaqueo, por abrazos efusivos, bailes de pasión, piropos y besos secretos.
¡Parece una despedida de soleteros mixta, en vez de una cena navideña!

¿Qué todavía no ha ido a la suya? ¿Qué no sabe si asistir? Es el acontecimiento del año, vaya y enloquezca. Déjese sorprender, que estamos en Navidad.

No gracias, camarero, solo un café, ayer estuvimos de cena, ¿ella? Ella es mi jefa, y quiere un vasito de agua. Gracias.

jueves

La primera impresión



La primera impresión es la que cuenta, pon el cronómetro en marcha, porque tienes de 10 a 15 segundos para caerme bien.
Si eso no es maltrato psicológico, ¿qué lo es?.

Voy a un restaurante y todos los camareros en código secreto visual, se ponen de acuerdo para sentarme en la más remota esquina junto a la cocina, o en la romántica mesa, con ventanita de exhibición.

¿De qué depende?, de la información que en 15 segundos transmita mi vestuario arbitrario.


Por no hablar de una entrevista laboral. Llego más rígida que una tabla almidonada, sudando e intentado mostrarme segura. A esta edad, ya sé que no hay que cruzar los brazos, que hay que mirar a los ojos, sonreír… Vamos, que termino riéndome forzadamente, se cruzan los brazos y las piernas solos, intento dejar de moverme tanto, y sostengo la mirada sin parpadear.
Entonces el entrevistador, amablemente me dice: “la primera a la derecha, ahí esta el baño.”

¿Y cuando acabas de conocer a alguien por la noche?.
Te dan 10 segundos, según los expertos, para que te invite a un copa, o a su boda.
Uno nunca sabe cómo acertar, porque uno nunca es igual; si te han subido el sueldo, o la hipoteca, la cara cambia, y al del banco, también.

A mí no me parece justo, además que es error. Si voy en chándal a por el pan, me toman por una deportista nata. Y paseando por Sevilla, que soy Sevillana de toa la vida.

Tengo un amigo que dice, que si le caes mal en la primera impresión, terminas siendo su mejor amigo. Yo soy una de ellas, y le doy las gracias, porque si todos nos hubiéramos quedado con la primera impresión, de la primera vez… pocos hubieran seguido practicando, ¿o no?

Camarero, ¿porqué me ha puesto un whisky, tan mala cara tengo hoy?

ATRÉVETE!!!!!!!

ATRÉVETE!!!!!!!

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