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jueves

Mil caricias


-¿Hace cuánto no le acarician a usted?- me preguntó el doctor.
Yo no sabía si era una proposición o una pregunta en serio, después me explicó que se trataba de una enfermedad común llamada “Falta de Amor”.
Vivimos encorsetados por pautas sociales establecidas, nos tocamos poco, incluso llega a molestarnos si en el cine a algún extraño se le ocurre compartir nuestro reposa-brazos. Nos volvemos rayos, o contorsionistas -si estamos sentados-, al escuchar: “Perdón, me deja pasar”.

Salvo que sea para conseguir un fin; saludo, despedida o consumar el acto sexual, no nos tocamos ya.

Ahora se seduce con palabras no con caricias, los besos se mandan en mensajes cortos en vez de dejar a los expertos labios actuar, y cómo regalo de aniversario sustituimos dar un masaje a la luz de las velas, por enviar un poli-tono que como la campana de Pavlov sonará el día en que os conocisteis los dos.

¡Esto tiene que terminar!. El tacto es importante no solo en los bebés, donde su ausencia pone en riesgo su corta vida. El contacto amigable, cariñoso, es una fuente de salud y de felicidad. Está comprobado que las caricias sosiegan, dan placer, seguridad, tienen propiedades semejantes a la morfina pero sin efectos secundarios… y además tocándonos expresamos mejor que de ninguna otra manera; después de un mal día, prefieres un fuerte abrazo a mil palabras vacías.
Así que fui a la farmacia con mi receta de caricias. La dependienta agria esputó:
- No tenemos.
-¡Cómo que no! Busque usted bien, seguro que vienen en cajitas, de diferente cantidad e intensidad. Imagino que el término “caricias” es genérico, me da igual la marca.

Me tuvieron que tocar para sacarme de allí, pero con cierta agresividad que no me ayudó, solo originó este chichón.

Estoy en el Continental Club, es la primera vez que el camarero me mira así, se acerca, tiemblo, extiende su mano con ternura extrema, me acaricia suavemente la frente, y la desliza hasta mi ruborizada mejilla. Sonríe y me invita a una cerveza más…
Nunca se sabe en qué lugar te pueden curar.

lunes

La vida es puro teatro.


Cada uno debido a nuestra corta capacidad de globalizar en este mundo de película elegimos el papel de “ombligo mundial”.

Por ejemplo; podría estar en la playa entregada al dios Sol, enterarme de que Lehman Brothers ha caído en bancarrota y contestar “Ajá” -mientras bajo lentamente los tirantes de mi bikini- no vaya a ocurrir la fatalidad de quedarse enmarcada mi clavícula.

Podría estar en la cama con fiebre y enojarme con razón si el resto del universo no me llama preocupado por mi pronta recuperación, que se cierre el Corte Inglés hasta que me encuentre bien.

O conocer el fallecimiento del insustituible, admirado e idolatrado Paul Newman, y suspirar resignada “con lo guapo que era” mientras hago zapping enloquecida para disfrutar de alguna de sus inolvidables películas.

En este bombo redondo de la casualidad o causalidad, los padres son el principio del cuento, aunque sólo se pone interesante cuando uno hace su aparición estelar.

Después vamos otorgando a nuestros amigos, vecinos, al panadero, al taxista, al mendigo, al amante, al del quinto.. los papeles secundarios, terciarios, antagonistas, extras, y solo un o una co-protagonista.

A mí en la vida de los demás me gustaría que me diesen una colaboración especial; apareces, dejas huella y te vas.

Si rebobinas, en tu vida, siempre recuerdas dos o tres nombres: de aquella noche inolvidable, una conversación inusual, o algún loco de esos raros, que se salen del “Hola, ¿qué tal estás?”.

Dicen que antes de morir, en nuestro inagotable egoísmo, proyectamos en un túnel nuestro largometraje para ponerle el final.

Así que puestos a elegir, yo prefiero una vida de comedia, incluso género musical, que en el último momento si puede ser, me vaya con una sonrisa.

Camarero.. ¿quiere formar parte de mi película?. Tal vez un punto ”X”, no le vendría nada mal.

ATRÉVETE!!!!!!!

ATRÉVETE!!!!!!!

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